GRUPO EXCURSIONISTA DE PEÑALARA EN LA SALIDA A LA SIERRA MÁGINA (JAÉN).
9 al 11 de mayo de 2025.
El fin de semana del 9 al 11 de mayo, realizamos la excursión a Sierra Mágina, excursión que quedó aplazada en las fechas previstas en marzo por motivo del mal tiempo. Esta vez, a la segunda fue la vencida y con sus altas y bajas y altibajos incluidas, se reconfiguró un equipo inmejorable, con 28 peñalaros dispuesto a encaramar cumbres y a transitar valles para descubrir unas tierras que durante mucho tiempo han permanecido poco visitadas, al resguardo y sombra de otras plazas con más tradición excursionista. Pero que no se quedan atrás en cuanto a belleza de sus parajes, patrimonio cultural, legado histórico y gastronomía. Y habitados por una gente amable y orgullosa de su entorno y tradiciones.
Día 0.- Llegada al campamento base, Huelma.
El lugar de encuentro y reposo será el Hostal Restaurante Ángel que, a primera vista, no parece muy romántico ni por nombre ni ubicación y tampoco por el aspecto exterior, pero que pinta mejor por dentro: las habitaciones muy bien, el servicio esmerado y amable y la comida estupenda, salvo el tropezón con la merluza que nos dimos algunos en la primera cena. Que eso nos pasa por pescar en caladeros inapropiados. Vamos, que con la pinta que tienen los rebaños de corderos y cabras que pastan por aquellas zonas, nos empeñamos en algunas cosas…
A los ríos que atraviesan la zona, Jandulilla, Cuadros, Gargantón, Torres, Bedmar, Quiebrajano, Campillo o Cambil, podemos pedirles que horaden la superficie caliza, creen gargantas y dolinas, horaden valles y los llenen de vida y de generosas frondas; en algunos casos únicas, como los cornicabrales y adelfares, auténticas joyas botánicas.
Pero lo que no se les puede pedir son milagros como pretender que transporten merluzas frescas hasta el plato. El que quiera merluzas al Cantábrico. Pero quien se interese por milagros, quizás no tenga que ir tan lejos, ya que uno de los bellos pueblos de la zona, Bélmez de la Moraleda, es localidad con fama de prodigios, principalmente en forma de, ya que desde 1971 comenzaron a aparecer extraños rostros en la cocina de la vecina María Gómez Cámara.
Que no fue la única cámara testigo de las supuestas teleplastias, ya que durante un tiempo, el fenómeno atrajo el interés de numerosos medios. Parece ser que el fenómeno ya no causa tanto interés, quizás porque a fuerza de costumbre, se termina normalizando lo aparentemente anormal. Pero resulta curioso pensar que estas tierras saltaran a la fama por hechos presuntamente sobrenaturales, antes de hacerlo por sus valores naturales, de las que van sobradas. Así somos.
Estas reflexiones se entremezclan con sueño profundo y surgencias de semblantes en el techo.
Y justo al entreabrir los ojos, uno se encuentra con la aparición de otra cara, la de la compañera que le recrimina el exceso con el “Tío de la bota” de la noche anterior y le insiste en que se levante, que ya es hora de desayuno y si se retrasan, puede que esta vez, ni las raspas.
¡Qué pesadilla!
Día 1.- Ascenso a las cumbres de Sierra Mágina. (14,96 km, 780 m de desnivel acumulado).
Afortunadamente el desayuno es copioso y variado, lo que aporta la energía suficiente para caminar hasta los coches que de forma muy organizada parten en dirección Cambil, hasta que un poco antes de llegar al centro de visitantes de Mata Bejid, tomamos una pista a la derecha que nos permite ascender entre olivos primero y juníperos y pinos después, por un itinerario serpenteante que nos acerca al punto donde iniciaremos la ruta.
Dejamos el coche un poco antes de terminar la pista de tierra, en el barranco de la Covatilla.
Desde allí iniciamos el ascenso por una loma suave, jalonada de una vegetación que aguanta la climatología de estos lares calizos. Entre otros, llama la atención la flor blanca de la vara de San Antonio o Lilium candidum. Y más arriba, destaca el azul malva intenso de la Erinacea anthyllis, planta espinosa que se asemeja a un erizo, de ahí su nombre latino. Pero comúnmente es conocida como cojín de monja y esto da más juego a la hora de especular sobre el origen del vocablo.
El camino sigue el barranco de la Covatilla hasta llegar a una bifurcación, en la que una senda a la derecha, asciende directa hacia el Miramundos. Seguimos el sendero de la izquierda en busca del barrando del Buey. El viento silencia los escasos cantos de los pajarillos que osan desafiar el día, como es el caso del acentor, la collalba gris, la tarabilla o un grupo de chovas piquirrojas. Sobrevuela algún que otro buitre leonado y atraviesa fugaz el águila calzada. Como a media ladera, nos encontramos con varios grupos de cabras monteses que prefieren apartarse discretamente, por si alguno no quedó satisfecho del desayuno.
Las nubes amenazadoras, el frío y el viento configuran un entorno alejado de la imagen típica de un mayo andaluz. Eso se nota en que esta vez el grupo anda más silencioso que otras veces, pero no menos decidido a alcanzar el collado. Primero nos desviamos a la izquierda para alcanzar la cumbre del pico Jaén, (2.130 m) para regresar después nuevamente al collado y alcanzar el vértice geodésico del pico Mágina, (2.167 m) y continuar por la cima del Miramundos, (2077m) hasta el refugio.
A pesar de lo prometedor del nombre, las nubes nos impiden ver mucho horizonte. – “En un día despejado, se tendría que ver Sierra Nevada, toíta entera”. ¿Qué le vamos a hacer? Pues tirar de merienda y reponer fuerzas. ¿Quién quiere agua con la que va a caer? Menos mal que en el equipo contamos con la presencia de no sólo uno, sino dos tíos de la bota. Esto ya es otra cosa. Ahora vendría bien una siesta, pero… – Todos para abajo que se acerca el diluvio…
Al final todo queda en un pequeño granizo, que no es para tanto. Y ayuda además a limpiar el cielo y aclarar algo las vistas, posibilitando incluso, que en el descenso por la pista, apareciera una hermosa vista de Sierra Nevada en toda su longitud y altura.
Ya por la tarde, apenas hay tiempo para el descanso, ya que hay programada una visita cultural, a través del ayuntamiento.
Una guía local simpática y entusiasta nos llevaba a buen ritmo, cuesta arriba, hasta la iglesia de la Inmaculada Concepción, donde disfrutamos con la contemplación de esta interesante muestra de la arquitectura religiosa del siglo XV. Y más disfrutamos del asiento que nos proporcionan los bancos de la iglesia. Ponemos cara de interés para ver si se alargan las explicaciones y así, nuestro descanso. – Sigamos para arriba, rumbo al castillo. – Pero… ¿Ésto cuenta para cumbre?
El castillo de los Duques de Alburquerque merece el esfuerzo, levanta su planta rectangular en lo alto del pueblo desde el siglo XV, a partir de la antigua construcción almohade. Una sala del castillo está dedicada a museo, donde destaca la referencia a los interesantes hallazgos íberos encontrados en el yacimiento del Cortijo del Pajarillo en 1945 en la pedanía de Cabrita de Huelma y que datan del siglo IV a. C. – Pero… ¿Dónde están las esculturas? – En el Museo Íbero de Jaén, que le vamos a hacer.
Nuevamente nuestra guía nos encandila con su entusiasmo a la hora de ilustrarnos la historia, siendo de gran interés la mezcla de gestas bélicas aderezadas con algo de salsa rosa: la plaza fue conquistada en el año 1438, siendo capitán general Íñigo López de Mendoza, futuro marqués de Santillana. Castillo y villa quedan bajo su poder como alcaide.
Y aquí aparece D. Beltrán para echar un poco salsa rosa al asunto. Ý es que éste, consiguió entroncar con la gran nobleza castellana al casarse con Dª María de Mendoza, hija del Marqués de Santillana. Nadie pone en duda que la motivación principal de Don Beltrán para obtener dicho matrimonio no fuera otra que el amor sincero y profundo que profesaba por Dª
María de Mendoza. El caso es que tanto amor fue justamente compensado en bienes materiales, ya que su suegro le regaló la villa de Huelma y poco después el amante esposo, según cuentan las crónicas, obtuvo de Enrique IV en 1464 que la tenencia de esta villa pasase, también a su padre con el título de vizconde. Ahí lo dejo… – Seguimos al lavadero. – Pero… ¿aún hay que subir más? ¿Y esto cuenta…?
Al recién remodelado lavadero se llega en seguida y nos ilustra un aspecto importante sobre aspectos cotidianos en la vida de los pueblos como en la gestión del agua, No en valde, el nombre de Huelma parece venir del árabe, Oued –al ma (río de agua o manantial).
Ni hablar de seguir, porque aunque el trozo de calzada romana sea muy interesante y lleve hasta el mirador de los tres miles, ya está bien de cuestas y además, es hora de cenar.
Día 2.- Cueva de la Solana, Castillo de Mata Bejid y peña del Águila desde Mata Bejid. (14,99 km, 415 m de desnivel acumulado).
La excursión del domingo va a ser un contrapunto de la del día anterior. El día aparece risueño y la ruta transcurre a menor altitud, apareciendo una vegetación variada: incienso silvestre, lentisco, torvisco, cornicabra. etc. y la floración de la primavera muestra su esplendor en forma de amapolas, peonías y demás florecillas que pintan de rojo, malva y amarillo, el verdor rebosante de las praderas.
A falta de cumbres en la presente excursión, canalizamos nuestro afán conquistador con las ruinas del castillo de Mata Bejid. Así, imbuidos del espíritu Mendoza, desplegamos bandera y a posar para la historia.
Regresamos sobre nuestros pasos unos 500 mts. y nos adentramos ahora en la fronda de Mata Bejid, un pequeño oasis de agua bajo una encantadora arboleda, donde destacan unos soberbios ejemplares de álamos centenarios, sobre cuyos troncos corretea el trepador azul. La lavandera cascadeña revolotea entorno al agua. A su murmullo se une una sinfonía de pinzones, mirlos, colirrojos, reyezuelos, herrerillos, chochines, petirrojos, carboneros, torcaces y tórtolas, configurando un entorno paradisíaco.
Así lo debió pensar Ricardo Torres Reina, alias «Bombita Chico», famoso torero de principios del siglo XX, quien se retiró a vivir allí, lejos de la fama y el bullicio. Esto lo sabemos por unas amables lugareñas que además, nos informan que la casa de al lado está en venta.- ¿Y si la convertimos en el lugar del jubilado de Peñalara?
– ¡Venga, vamos, que se calienta el vermú!
Y aún tenemos que alcanzar el collado de la Peña del águila y desde ahí, el que quiera a la cumbre y el que no a descansar.
Poco antes de volver al aparcamiento, nuestro camino atraviesa una extensión olivares, donde encontramos a un auténtico aceitunero de Jaén levantando los olivos. No es un ejemplar altivo como el del poema, pero sí se muestra orgulloso de los frutos de su trabajo, al mismo tiempo que nos comparte las dificultades de hacer las cosas bien y nos aconseja adquirir aceite de forma inteligente y responsable. Mejor de cooperativa. Que no se preocupe, que así lo hemos hecho, que hemos acabado con todas las existencias aceiteras del hostal.
Bueno y tras regreso al aparcamiento, nos damos un hasta pronto y cada mochuelo a su olivo.
Nos vemos pronto en otros lares de nuestra apreciada geografía. Y teniendo en cuenta lo gratificante de la experiencia, la riqueza del entorno y las múltiples posibilidades excursionistas de la zona…
Ahí lo dejo.
Texto de Alejandro Martín Calle.
Fotografías de los asistentes a la salida
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