GRUPO EXCURSIONISTA DE PEÑALARA EN LA TRAVESÍA NOCTURNA DE LA CUERDA LARGA
24-25 de mayo de 2024.
Muchos de nosotros hemos realizado la clásica travesía de Cuerda Larga en la Sierra de Guadarrama, comenzando en el puerto de Navacerrada y finalizando en el puerto de la Morcuera o, más genuinamente, en la localidad de Miraflores de la Sierra, o bien en sentido inverso. Lo habitual es hacerlo durante el día, por las ventajas que ofrece la contemplación del paisaje y la seguridad de la visión del terreno que se transita. Sin embargo, aunque no es habitual, la travesía también se hace por la noche, especialmente en días con luna llena y en los meses con temperatura benigna. Esta travesía nocturna es como un complemento a la diurna, a la que aporta una visión bien distinta del paisaje, como si fuese el negativo de una foto: si por el día vemos la luz, las formas de la orografía, los colores del terreno y la vegetación, por la noche predominan los contornos, la oscuridad de las zonas deshabitadas y, fundamentalmente, las luces al sur de la ciudad de Madrid y de las localidades del entorno serrano, y las de Segovia y sus pueblos al norte, con las vías de comunicación que los comunican.
Por segundo año consecutivo se ha organizado esta travesía nocturna, que más que una excursión al uso es una actividad de montaña en toda regla, por la exigencia física que supone la distancia y desniveles del recorrido, a lo que se añade la dificultad de transitar por la noche en lugares pedregosos o de bloques, que carecen, en determinados tramos, de senda marcada.
Aunque estaba previsto desplazarnos desde Madrid en autocar contratado al efecto, finalmente utilizamos el tren de cercanías hasta Cercedilla y, desde allí, en taxis que nos esperaban y que nos han subido hasta el puerto de Navacerrada, donde aguardaban algunos participantes que han subido en coche. La tarde empezó con incertidumbre debido al retraso del tren en la salida desde la estación de Atocha-Almudena Grandes, por una avería en la estación del Pozo. El asunto se presentaba inquietante porque los taxis de Cercedilla estaban apalabrados para cogerlos a una hora determinada y no iban a esperar indefinidamente a que llegásemos. Aunque con retraso de casi una hora, afortunadamente, el tren salió y nos fuimos uniendo a él en distintas estaciones del recorrido.
En un puerto de Navacerrada ya deshabitado, nos juntamos diecisiete peñalaros dispuestos a disfrutar de la noche en vela caminando en busca de la luna que nos ayudara a alcanzar nuestro objetivo. Sin embargo, al comienzo, sobre las 22,30h, no había luna sobre el cielo; lo que vimos al subir por el camino que asciende hasta la cuerda de Las Cabrillas son las luces de las farolas y edificios del puerto de Navacerrada, y el crepúsculo final del día, allá por el oeste, con una luz en franca retirada, que había desaparecido antes de llegar al Alto de Guarramillas donde, por detrás de la Bola del Mundo, hicimos una pequeña parada para comer algo, con una primera visión de la noche madrileña poblada de un reguero de luces diminutas que iban de este a oeste con la sola interrupción del pico de la Maliciosa que se interponía delante, pero que no impidió que viéramos salir y elevarse, allá al fondo y más pequeño de lo que nos hubiera gustado, a nuestro satélite, algo amarillo, en un horizonte con algo de velo y canícula. En ese momento hicimos nuestras primeras fotos.
Ya desde el principio, y durante toda la marcha, tuvimos en cabeza, guiándonos, a nuestro consocio Lorenzo, que tuvo el arduo trabajo de adivinar por dónde iba la senda, que frecuentemente desaparecía entre piornos y pedreras, marcando un ritmo ágil que en algunas ocasiones nos pareció alto, pero que necesitábamos llevar si queríamos llegar a tiempo de coger el autobús de Miraflores sobre las 10,15h de la mañana siguiente, tan largo era el camino. A nuestra espada iban Miguel Ángel y Fran, para ayudar y animar a rezagados y que ninguno quedase atrás.
Quien ha realizado la travesía sabe que es un continuo subir para luego bajar y más tarde subir y después bajar, y así sucesivamente atravesando los altos y collados que separan los picos de Guarramillas, Cerro de Valdemartín, Cabeza Menor, Mayor, el terreno ondulado de la Loma del Pandasco hasta Asómate de Hoyos, para bajar por la loma de Bailanderos, que hay que subir, para acto seguido bajar hasta el collado de Najarra, del que parte la senda hacia el puerto de la Morcuera, pero que no seguimos sino que subimos al pico de Najarra, para ya, finalmente, bajar de forma pronunciada e intensa hasta el embalse de Miraflores. Es lo que tiene Cuerda Larga, lo que la hace atractiva, intensa, pesada, larga, exigente…, lo que queramos añadir según nuestras percepciones. Pero lo que nadie nos quita es el hermoso paisaje según mires hacia el norte o hacia el sur, mirando al frente o volviendo la vista atrás hacia el oeste: un paisaje abierto lleno de horizonte y espacio.
Por supuesto, para no morir en el intento, hicimos un par de paradas: una, a la bajada de Cabeza Mayor, en un pequeño berrueco que hay en la Loma del Pandasco, donde cenamos allá sobre las 3 de la madrugada, mientras nos protegíamos de un vientecillo frío del sur, y otra en el alto de Narraja, cuando amanecía, para descansar algo, buscando, para atenuar el frío viento, el tenue sol que apenas calentaba, arrejuntándonos debajo de la cima como si fuéramos una colonia de pingüinos.
Como a veces pasan cosas, pasó que Fran cazó una perdiz. Sí, no es broma, bajando a Bailanderos. Bien es cierto que la perdiz estaba lesionada en una pata. Cuando lo dijo, todavía de noche y con el grupo estirado, algunos creíamos que iba de chota, pero no, cuando el grupo se junto en una de esas paradas técnicas porque el terreno se pone difícil, apareció con la perdiz entre sus manos, haciendo equilibrios entre los bloques que atravesábamos. Qué decir, sino que se estableció un debate sobre si la perdiz debía quedarse o continuar con nosotros. Al final, prevaleció la postura de Fran que, tras hacernos sufrir un poco, la liberó encima de una piedra, tras lo cual el ave se escabullo como pudo, dejándonos la duda de si sobreviviría.
En la bajada a Miraflores desde Najarra (1000m.) pudimos sentir ya el calor del sol y nos fuimos desprendiendo de la ropa que habíamos necesitado arriba, dejando atrás el frío, que habíamos espantado con el intenso ejercicio que llevamos.
Arribamos a Miraflores, y más concretamente al bar que hay junto a la parada del autobús —donde nos tomamos un estupendo desayuno— sobre las 9,30h, tras 26 kilómetros de recorrido y casi 12 horas de actividad.
Para rematar la salida y enlazar con el comienzo, el autobús de línea, que tenía previsto pasar a las 10,15h, no pasó —cosas del buen funcionamiento del servicio— así que tuvimos que esperar una hora más hasta cogerlo a las 11,15h y llegar a Plaza Castilla una hora más tarde, pero con la satisfacción de tener en la mochila una noche vivida.
Texto de Juan Manuel García Blázquez.
Fotos de los asistentes a la ruta.
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