A finales de septiembre, con el clima jugando a nuestro favor, emprendimos una escapada que prometía emociones fuertes. El viernes por la tarde, cada cual fue llegando a su ritmo, con mochilas cargadas de ilusión y ganas de montaña. El destino: el refugio de El Meicín, enclavado en un circo natural de belleza sobrecogedora, custodiado por titanes como Peña Cerreos, Castillines, el Siete y Portillines, todos ellos superando los 2.000 metros, al igual que la imponente Peña Ubiña.
El sábado amaneció con cielo despejado y energía en el aire. Desde los 1.527 metros del refugio, iniciamos la ascensión hacia la reina de la Cordillera Cantábrica: Peña Ubiña, que se alza majestuosa a 2.411 metros, justo en la frontera entre Asturias y León.
La subida comenzó por una ladera herbosa, pero pronto optamos por atacar la cresta, evitando la canal donde un grupo tan numeroso podría provocar desprendimientos. Con casi 1.000 metros de desnivel y las manos como aliadas en los tramos de roca, alcanzamos la cima. Allí, el mundo se abrió ante nosotros en un espectáculo de 360 grados que nos dejó sin aliento.
Con toda la tarde por delante y las piernas aún con ganas de más, algunos valientes se lanzaron a conquistar Peña Ubiña Pequeña (2.193 m.), una montaña de carácter rocoso y escarpado, muy próxima a su hermana mayor. Otros se animaron a subir a Peña Cerreos (2.111 m.), completando así una jornada de auténtico festín montañero.
El domingo nos esperaba otra joya: el Fontán Sur (2.411 m.), que ya nos había guiñado desde la cima de Ubiña. Partimos desde el refugio por una pendiente que nos hizo ganar altura con rapidez, hasta alcanzar la Forqueta del Portillín. Allí, la montaña nos recordó que el otoño ya estaba en marcha: pisamos los primeros copos de nieve de la temporada. El Canalón del Buey nos puso a prueba con su pedrera traicionera, pero el esfuerzo valió la pena. Desde allí, la cumbre se dejó conquistar sin más sobresaltos. Y como el espíritu aventurero no se agota fácilmente, algunos se acercaron también al Fontán Norte, completando así una trilogía de cumbres inolvidable.
Un fin de semana para grabar en la memoria, entre las moles calcáreas del Parque Natural de Las Ubiñas–La Mesa, donde la montaña nos regaló esfuerzo, paisajes y camaradería.
María Teresa Yelmo
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