El último fin de semana de octubre una veintena de ciclistas peñalaros nos reunimos en la localidad alicantina de Jávea para disfrutar pedaleando de los bellos parajes de este rincón de la costa levantina.
El sábado se cumplió la predicción y amaneció un día claro y poco fresco, lo que nos hizo confirmar que la jornada, en la que pedalearíamos durante 32 kilómetros y 700 metros de desnivel, iba a ser cálida. Tras reunirnos con una pareja de amigos socios que viven en la provincia, que nos acompañaron ese día, y hacernos las fotos de grupo, iniciamos nuestra etapa partiendo de nuestros alojamientos en la playa del Arenal. En la primera mitad de la jornada seguimos la ruta de los Miradores, recorrido que la localidad tiene balizado, a lo largo de su litoral, para que locales y visitantes puedan disfrutar de su bonito paisaje. De este modo, fuimos recorriéndolo con frecuentes sube-bajas, continuamente interrumpiendo nuestra marcha para inspeccionar los múltiples recovecos de los varios balcones que, con evocadores nombres como como Portitxol, La Falzia, Cap Negre, La Nao, Pesqueres y Ambolo, vigilan encaramados sobre acantilados y coquetas calas de un intenso azul. Escudriñando el horizonte también pudimos intuir la silueta de la isla de Ibiza, unos ochenta kilómetros mar adentro.
La parada más larga la hicimos en la protegida cala de la Granadella, que con sus cantos rodados y tranquilas aguas cristalinas, nos invitó a un memorable chapuzón. Tras reponer fuerzas, y no precisamente con la fresca, acometimos la segunda parte de nuestra etapa, con una dura subida por una pista hormigonada hacia la Cumbre del Sol. Casi en su cúspide, el que suscribe, tras una fallida pedalada, tuvo un incidente con la cadena de la bicicleta, que quedó trabada en el eje de la rueda trasera, entre los radios. A pesar de la asistencia técnica de los expertos mecánicos del grupo, tras infructuosos intentos para liberar la cadena, se decidió trocearla, con el fin de que, aunque fuera inútil el pedaleo, por lo menos sí fuera posible que rodara. Así, empujando en las subidas y aprovechando la inercia en las bajadas por las pistas de tierra del Parque Forestal de la Granadella, pude terminar la etapa. Ya en zona urbanizada un amable comerciante consiguió, con golpes de martillo y otras herramientas pertinentes, liberar el trozo de cadena que se había resistido a salir y unirlo a las partes sueltas previamente liberadas y así recomponer el engranaje.
El domingo los veinte nos trasladamos con nuestros coches a la playa de Bovetes de Denia, junto a la Punta de Molins. Allí comenzamos una suave ruta circular de 40 kilómetros y apenas desnivel, en la que nos acompañó otro peñalaro también habitual por la zona. El recorrido transcurrió por una via verde, carriles bici, riberas de ríos, playas, caminos por zonas urbanizadas y la Marjal de Pego Oliva.
Éste es un humedal protegido por Ley de la Comunidad Valenciana, con la figura de Parque Natural, vestigio de una antigua albufera, que constituye uno de los mayores espacios de biodiversidad del Mediterráneo español. En sus tierras se cultiva el arroz y anidan numerosas aves, así como pequeños dípteros que no pudieron resistirse a dejar su impronta en algunos participantes.
El día había amanecido cubierto y más fresco que la víspera, como estaba previsto. La previsión también indicaba algo de lluvia, sin embargo fuimos sorprendidos por una mayor precipitación de la esperada, lo que hizo que voláramos en nuestro desplazamiento por el humedal, no hacía mucho día para fotos.
En uno de los chiringuitos junto a la Font Salada, la mayoría tomamos un reconfortante café y algunos incluso se atrevieron con un baño en las tibias aguas de la piscina natural.
Finalmente, un rico arroz del ”Senyoret”, junto a un ventanal con el Mediterráneo como telón de fondo, sirvió de colofón y despedida de este agradable fin de semana entre amigos por estas acogedoras tierras.
Juan Herrero.










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